miércoles, 11 de mayo de 2011

De lo divino que hay en las cosas II (el equilibrio)

El elemento Tierra es aqui muy potente y sin embargo, la vertical es tan clara. Solo me falta desentrañar este equilibrio para que empiecen a surgir las respuestas.
Un pájaro se posa cerca de mi. Lo observo perfecto en su existencia. El hecho de Ser, lo convierte en perfección y el vivir sin miedo, lo hace libre.
¿Para que ansiamos nada en la vida si ya tenemos lo más importante?. El hecho de haber recibido el aliento de vida debería estar presente. Pero nuestra existencia es tan larga, que nos permitimos el lujo de desperdiciar los momentos sin apreciar lo que de extraordinario tienen y es tan corta a su vez, que acaba antes de que te des cuenta. De nuevo, un ingrediente para cada platillo de la balanza.
Ve asentando lo mucho o poco que conoces de ti. Otorgate el beneficio de la duda y el de la evolución sin sentimiento de culpa ni remordimientos. Regresa a Dios. Regresa a Ti. Debes encontrar lo que de divino residen en ti y te equilibra.
Debes cambiar la "O" por la "Y".
En ello existe parte del equilibrio.
La Plomada y el Nivel.

Lo de divino que hay en las cosas I

El croar intenso, compuesto por un sin fin de animalejos de charca y río que animan la nocturnidad de un cielo sin luna pero repleto de estrellas, deja paso a las primeras luces del alba que vienen acompañadas de los cantos de los monjes como banda sonora que nos hace de guía para ir adentrandonos en el día.
La mañana se presenta fresca pero plomiza. El paisaje, de diversos tonos de verde bucólico invita a la tranquilidad, a la paz. La vida aqui, se rige por las pautas que marcan los momentos de oración, lo demás, es un espacio entre esos momentos, y este pasa tan rápido o tan lento como uno desee. Tan sólo si miras al sol, puedes marcar una idea de por donde va el tiempo reglado, pero hoy, por suerte, aún no ha salido.
Me siento bajo una enorme morera, sobre un frío banco de hierro que no molesta. Aqui se está bien. Por fuera se está bien, por dentro, la pena pugna por salir a enturbiar en forma de lagrimas. Saco su foto, la que guardé cuiadosamente entre las hojas en blanco con rayas de mi cuaderno y la miro. Hace un momento sonreía, ahora, al volver a mirarla, distingo una media sonrisa, de esas que tan bien le salían cuando queria decirte algo importante conteniendo el enfado, aprentando sus pequeños dientes y tensando la mandíbula. Quizá me dice que no llore y que ocupe este espacio y mi energía en averiguar que he venido a hacer aqui.
Y el tiempo sigue su ritmo. El silencio se rompe ahora por el sonido más o menos lejano de las motosierras podando los campos de naranjos, pero no se turba la paz.
Aqui no se puede pensar en lo mundano sin tener en cuenta lo divino. Es un lugar consagrado. En este rincón, el mundo profano se queda al otro lado de la entrada. Solo un poquito se cuela por las rendijas de la puerta pero como no tiene fuerza, no llega a contaminar, se disipa en la paz y la luz termina por hacerlo languidecer.
Necesito pasar página. Una página abierta desde hace años, desde siempre y después ya veremos.
La soledad que en otros momentos y lugares se convierte en una pesada carga, aqui adquiere una ligereza sin igual.
Suenan las campanas, de nuevo llaman a la oración.
Tres toques de campana por tres ponen fin a la conversación con Dios.
Las motosierras han cesado y dejan su lugar al lenguaje de un millón de pájaros primaverales, el sol al fin se ha decidido a asomar. Vuelvo a mi rincón. Las miles de preguntas que esta mañana bullían en mi cabeza han ido dejando espacio al sosiego para pasar a ocupar su lugar en el papel.
Una abeja y una avispa vienen a turbar mi tranquilidad y me provocan una sonrisa. Ambas tan parecidas y sin embargo su sonido no es igual, como las cosas de la vida. Otra abeja me da dos rápidas vueltas y se marcha ligera. Siento que encontraré sentido a todo esto, lo sé, pero igualmente sé que debo tener paciencia y dejar que el Silencio me hable.